28 abril 2006

De mis propias formas de tener miedo...

Una cronopia sube al camión con destino incierto, debe bajarse en la próxima parada, (aunque no sabe a qué) pero el contenido del bolso se desparrama por doquier, labial, plancha, piedra favorita, etc, etc. Huye aterrorizada.

26 abril 2006

Estado de Gracia

Debía apurarse o llegaría tarde, pero en el metro es casi imposible apurarse más, así que lo tomó con filosofía y de inmediato adoptó la cara de indiferencia, como el espejo de todos los demás. Empezó a divagar, el tren de enfrente recién arribaba, cuando una multitud en tropel entraba y salía, el viento ocasionado por la partida del público la hizo regresar; y ahí estaba, unos segundos bastaron para que las miradas se cruzaran, se reconocieran, se saciaran, mágico entendimiento interrumpido por los empellones de la gente subiendo al transporte, ella también subió, en esta ciudad no hay tiempo para el amor.

“She comes in colors, everywhere, she’s like a rainbow”

Como dato curioso al día siguiente de escribir el (intento de) minicuento leí en Fuerte es el silencio de Poniatowska:
“...Se necesita el estado de gracia para amar por encima de los cláxons, los pleitos, las angustias, el esmog, la violencia, el moverse a todos lados y en ninguna dirección y, antes de ser ángeles amorosos, nos llega el edicto y la condena...”

17 abril 2006

Y la cronopia soy yo...

Por debajo de la mesa

Hombres y mujeres somos iguales (bueno casi, sino que chiste). Pero como fémina no puedo negar que es halagador que le inviten a una, por eso cuando salía con el objeto de mis desvelos y cada quien pagaba su parte había voces de: ¡igualdad! ¡libertad! ¡fraternidad! y otras replicaban: ¡codo! ¡pichicatero! Y venía el Electra’s complex, pues mi “papi” nunca ha escatimado con nosotras; pero... me han desengañado. Cuando mis progenitores eran jóvenes y bellos y “estudihambres” mamá le completaba a papá para el café, chocolate u lo que fuera, ¡claro! por debajo de la mesa, ¡Había que guardar las apariencias!

15 abril 2006

SIMONE

Los tiempos cambian y las mentalidades con él; sin embargo y sin importar distancias de tiempo y espacio hay una constante: siempre nos observamos, nos vigilamos y esa búsqueda propia y personal puede repetirse de manera muy semejante entre dos individuos. Ese fue mi sentir cuando leí “Memorias de una joven formal” de Simone de Beauvoir.

Simone no conoció medias tintas era blanco o era negro, un antes y un después, después de haber sido fervientemente católica se hizo atea sin miramientos ni arrepentimientos. Su actitud la llevaba a todos los planos y eso la hacia intolerante pero también determinada, tenaz y eficiente.

Era una mujer valiente que se enfrentaba con el espejo todos los días pero siempre honesta y sinceramente; cuantos de nosotros no nos mentimos todos los días?, nos cegamos? nos desatendemos?, el suyo era un acto de coraje y vigilia constante o es que acaso ninguno de nosotros tenemos miedo del monstruo que puede encontrarse en nuestro interior? yo sí.

Y sin embargo toda esa actividad que burbujeaba en su interior sabía mantenerla reservada; celosa, como muchos, de su espacio, y sabía además aceptar sus victorias por sobre los fracasos que pudiera implicar en el balance para alguien tan afecto a la disciplina; esas pequeñas victorias eran sobre todo en una de sus pasiones: la lectura, con cada libro, se regodeaba de su transformación; cada palabra y cada línea la hacían interrogarse, analizarse. El efecto final es abrumador, de “niña formal” a fundadora del feminismo.