29 julio 2006

This boots are made for walking

Yo no aplico aquello de “Antes muerta que sencilla”, si ya sé, no hay como unos zapatos de tacón con los que las chicas se ven mejor, iconos de las pasarelas, fetiches favoritos de muchos, enajenación de príncipes con zapatillas de cristal, o acaso ¿han escuchado de alguna princesa en tenis?, desafortunadamente no.

Pues tengo una confesión: admiro a todas aquellas que arriesgan sus tobillos día con día en el trajinar cotidiano y después de trabajar, recoger niños, ir al mandado y muchas cosas más llegan a casa a sobarse los juanetes, sí señor. Y es que para mi es preferible comodidad que vanidad, simplemente no podría someter a mis pies a semejante tortura diaria, por muy símbolo de la femineidad que esta sea (Aunque irónicamente los primeros en usar tacones fueron hombres).

Y sin embargo, una vez al año no hace daño, así que ayer me vestí un par de botas con tacón alto, pero tan acostumbrada como estoy a zapato bajo siempre piso con el talón, y en una irregularidad de la banqueta el tacón salió volando, lo primero fue voltear a ver si nadie me había visto y dignamente recoger el pedazo de zapato; tomarlo con calma y caminar de regreso a casa, aquellos que me toparon en el camino no pudieron menos que observar una sonrisa en mis labios mientras pensaba si alguna vez se pondrían de moda los tacones invisibles, invisibles como el traje del emperador.

Quiero aprender el arte

20 julio 2006

1984

El Gran Hermano te vigila,
La Guerra es la Paz,
La Libertad es la Esclavitud,
La Ignorancia es la Fuerza,

1984, novela caótica y premonitoria (?), pone en la mira la libertad del individuo y la naturaleza humana. En ella George Orwell lleva a nuestro héroe Winston a enfrentarse con el terrible muro del sistema. Lucha perdida desde el principio. Winston lucha por rescatar su último vestigio de humanidad rompiendo el esquema controlador del Gran Hermano y explorando aquello que nos concede el título: los instintos, los sentimientos, los pensamientos, pero sobre todo la libertad.

1984 escrita hace 58 años nos escupe realidades, la dictadura de la sociedad sobre nuestros actos y pensamientos, imponiendo estereotipos, clases sociales, educaciones; indicando lo correcto y lo incorrecto, lo cierto y los falso, porque "¿Cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro?". Y las opciones que el individuo puede tener van en función de los diferentes ambientes en que pueda involucrarse, diversidad que raramente ocurre.

El adoctrinamiento que se ejerce aquí y ahora es evidente en el empobrecimiento diario de nuestro lenguaje y la consecuente limitación de nuestros horizontes; hilarante si esta es la era de la comunicación y el conocimento se encuentra al alcance de la mano; tal vez ahí es donde esta el albur. Nuestra vida se ve saturada de datos y conocimientos triviales y artificiales: los chismes, la farándula, los horóscopos y el fútbol embotan nuestros sentidos. Escape rápido para matar el poco tiempo que deja un empleo mal pagado y poco recompensante.

Cierto control es necesario, pero hay que preguntarse ¿Hasta donde estamos inconscientemente subyugados? ¿Tenemos alternativas? ¿O estamos condenados a formar parte del Gran Hermano?


"La mayor de las herejías es el sentido común"

12 julio 2006

143

Uno de mis capítulos favoritos... de Rayuela
Por la mañana, obstinados todavía en la duermevela que el chirrido horripilante del despertador no alcanzaba a cambiarles por la filosa vigilia, se contaban fielmente los sueños de la noche. Cabeza contra cabeza, acariciándose, confundiendo las piernas y las manos, se esforzaban por traducir con palabras del mundo de fuera todo lo que habían vivido, en las horas de tiniebla. A Traveler, un amigo de juventud de Oliveira, lo fascinaban los sueños de Talita, su boca crispada o sonriente según el relato, los gestos y exclamaciones con que lo acentuaba, sus ingenuas conjeturas sobre la razón y el sentido de los sueños. Después le tocaba a él contar los suyos, y a veces a mitad de un relato empezaban a acariciarse y pasaban de los sueños al amor, se dormían de nuevo, llegaban tarde a todas partes.
Oyendo a Talita, su voz un poco pegajosa de sueño, mirando su pelo derramado en la almohada, Traveler se asombraba de que todo eso pudiera ser así. Estiraba un dedo, tocaba la sien, la frente de Talita. ("Y entonces mi hermana era mi tía Irene, pero no estoy segura"), comprobaba la barrera a tan pocos centímetros de su propia cabeza ("Y yo estaba desnudo en un pajonal y veía el río lívido que subía, una ola gigantesca..."). Habían dormido con las cabezas tocándose y ahí, en esa inmediatez física, en la coincidencia casi total de las actitudes, las posiciones, el aliento, la misma habitación, la misma almohada, la misma oscuridad, el mismo tictac, los mismos estímulos de la calle y la ciudad, las mismas radiaciones magnéticas, la misma marca de café, la misma conjunción estelar, la misma noche para los dos, ahí estaban estrechamente abrazados, habían soñado sueños distintos, habían vivido aventuras disímiles, el uno había sonreído mientras la otra huía aterrada, el uno había vuelto a rendir un examen de álgebra mientras la otra llegaba a una ciudad de piedras blancas.
En el recuento matinal Talita ponía placer o congoja, pero Traveler se obstinaba secretamente en buscar las correspondencias. ¿Cómo era posible que la compañía diurna desembocara inevitablemente en ese divorcio, esa soledad inadmisible del soñante? A veces su imagen formaba parte de los sueños de Talita, o la imagen de Talita compartía el horror de una pesadilla de Traveler. Pero ellos no lo sabían, era necesario que el otro lo contara al despertar: "Entonces vos me agarrabas de la mano y me decías..." Y Traveler descubría que mientras en el sueño de Talita él le había agarrado la mano y le había hablado, en su propio sueño estaba acostado con la mejor amiga de Talita o hablando con el director del circo "Las Estrellas" o nadando en Mar del Plata. La presencia de su fantasma en el sueño ajeno lo rebajaba a un mero material de trabajo, sin prevalencia alguna sobre los maniquíes, las ciudades desconocidas, las estaciones de ferrocarril, las escalinatas, toda la utilería de los simulacros nocturnos. Unido a Talita, envolviéndole la cara y la cabeza con los dedos y los labios, Traveler sentía la barrera infranqueable, la distancia vertiginosa que ni el amor podía salvar. Durante mucho tiempo esperó un milagro, que el sueño de Talita iba a contarle por la mañana fuese también lo que él había soñado. Lo esperó, lo incitó, lo provocó apelando a todas las analogías posibles, buscando semejanzas que bruscamente lo llevaran a un reconocimiento. Solo una vez, sin que Talita le diera la menor importancia, soñaron sueños análogos. Talita habló de un hotel al que iban ella y su madre y al que había que entrar llevando cada cual su silla. Traveler recordó entonces su sueño: un hotel sin baños, que lo obligaba a cruzar una estación de ferrocarril con una toalla para ir a bañarse a algún lugar impreciso. Se lo dijo: "Casi soñamos el mismo sueño, estábamos en un hotel sin sillas y sin baños." Talita rió divertida, ya era hora de levantarse, una vergüenza ser tan haraganes.
Traveler siguió confiando y esperando cada vez menos. Los sueños volvieron, cada uno por su lado. Las cabezas dormían tocándose y en cada una se alzaba el telón sobre un escenario diferente. Traveler pensó irónicamente que parecían los cines contiguos de la calle Lavalle y alejó del todo su esperanza. No tenía ninguna fe en que ocurriera lo que deseaba, y sabía que sin fe no ocurriría. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debería ocurrir, y con fe casi siempre tampoco.

09 julio 2006

Ce finit

Mitin de AMLO en el Zócalo, por un momento me sentí transportada al pasado y pude imaginar lo que vivieron aquellos involucrados en el movimiento estudiantil del ´68. Caras llenas de esperanza, y sin ella, niños y jóvenes gritando consignas junto a sus padres y abuelos votantes. Me dio un poco de estrés entre gritos de “Si se puede” y panfletos caricaturescos de Calderón como bandido del oeste; pero aquel que me puso más nerviosona fue uno que decía “San Andrés Obrador perdónalos, por que nosotros no podemos”. ¿De verdad lo ven como un mesías?, no dudo de sus capacidades, si será o no un buen presidente no lo sabremos hasta vivirlo (si esto ocurre), pero una persona no es el país entero y no puede ser omnipotente ni omnipresente.
Que triste; seguimos creyendo en cuentos de hadas.

Y sin embargo se mueve...
Vamos, creo que hemos avanzado en nuestra actitud y participación, ahora hasta el no voto es una opción como proclamaban las frases en las paredes del centro:

NO VOTO Y NO ME CALLO

y

NUESTROS SUEÑOS NO CABEN EN SUS URNAS

Pero la gran y latente pregunta es ¿Cómo podemos hacer un cambio REAL? I wonder.

05 julio 2006

Sandro

El viernes asistí a una bonita reunión social, conocimos a distintos servidores públicos, un policía, un rescatista, hasta un marino, la cosa empezó a ponerse extraña cuando apareció el Zorro y un vaquero que obviamente no era servidor público, bueno sí, todo depende del cristal con que se mire. Digo, porque público tenían (femenino, único y exclusivo) y definitivamente hicieron un servicio a la comunidad, y es que esas pobres mujeres tenían que aliviar su tensión de algún modo; olvidar a los niños y la casa por un rato y tal vez darse la oportunidad de soñar que cualquiera de ellos se acercase a decirles: “Te estaba esperando” mientras las tomaban entre sus brazos. Zaz! me salió lo Corín Tellado, en fin, que en todos lados se cuecen habas, y ya para el final de la noche los ánimos estaban tan excitados que sentí pena por los chicos, y si, me asaltó la duda... ¿no se sentirán objetos? ¿Usados?, me incomodé, y hasta pena ajena sentí.

¿Y Sandro? ¡Ah! figúrense al David pero de carne y hueso.

02 julio 2006

Rinofilia

Lo admito, si he de tener una especie de fetichismo sería una relacionada con los olores de las cosas. El más puro instinto animal, las feromonas que llegan al cerebro, las glándulas que perciben el aroma de alguna exquisitez y hasta empiezo a salivar. Y claro, aromas que traen recuerdos, en mi caso los más vívidos:
  • El huele de noche que me recuerda a mis vacaciones en casa de mis abuelos, embriagante y dulce, tal vez demasiado. Noches de verano.
  • Un tabaco recién encendido, me recuerda a mi papá.
  • Tortillas recién hechas, de maíz en un anafre o de trigo en un comal, junto con el olor de la leche a punto de hervir, me llevan a recordar a mi mamá, y a la pequeña que esperaba ansiosa por el desayuno. :)
  • El reconfortante aroma de una fogata junto con ese humor que se impregna por completo a leña quemada, a ocote, a resina, me recuerda a mis amigas y las noches de reflexión que compartía con ellas a la luz de la hoguera y las estrellas. Cantos y guitarras. Hasta bailes, esa vez creo que pensaron que éramos brujas.
  • Tras una tarde de lluvia, el olor de tierra mojada, sin duda uno de los mejores, lleno de vida, como cuando niño esperabas a que escampara para salir a brincar en los charcos, revolcarte en el pasto mojado y cortar tréboles.
  • Una vieja bufanda que guarda un dulce almizcle, recuerdo de tardes de alegría y desencanto.
  • El enigmático y étero aroma del incienso, el aroma de los espíritus. De mis antepasados.

Y no puede faltar mi propia esencia, cuando salgo de bañarme, cuando le pongo perfumes y afeites o al final del día, y la dulzura, acidez y frescura de un durazno maduro.