04 abril 2010

Un sueño (o cómo el subconsciente se subleva)

Me encontraba en un lugar de descanso cerca de la playa. La casa, donde mis amigas y yo nos hospedábamos, era la del padre de otra amiga. Lo peculiar del lugar es que era una especie de pequeña villa, con su propia tienda, comedor, y una bodega donde guardábamos todas nuestras pertenencias, así es, todas. Aparte del grupo de mis amigas (que éramos alrededor de siete), había un grupo de chicos, presumo también mis amigos (Ya saben cómo es eso de los sueños, no ves los rostros pero intuyes de quienes se trata). Nos retábamos a una competencia, una carrera de barcos, clásico: niños vs. niñas. Pequeño detalle, en el barco iban todas nuestras posesiones, ¡De puras mujeres! así que el peso era considerable. Además, por alguna extraña razón nuestro "barco" era más una barca, al puro estilo de Tom Sawyer; mientras que el de los chicos era más parecido a un galeón. Para acabarla, la capitana de la endeble balsa era yo, y dictaba las órdenes desde la punta del único mástil de nuestra embarcación -¡Largad el trapo!- pero no había progreso evidente. Tomé una decisión -¡Tirad las cosas por la borda!-, no hubo miradas de incredulidad, sólo hasta que el último ropero y el último baúl no se encontraban en la cubierta me di cuenta que nos habíamos quedado sin nada -¡Mis lentes!- mi preocupación y angustia fueron mayúsculas; una mano me extendió mis anteojos, y los anteriores a ellos. Confié. -¡Mi navaja!- exclamé ya con toda la seguridad de que se habría conservado, de que, en quienes confío la habrían conservado. Nuestra barca se perfilaba para ser la ganadora.

Bueno y ¿qué?, que ese día había leído de jerga marítima, había visto a mis amigas (que no veía desde hace meses), que además, desde días atrás traía en la cabeza reflexiones acerca de la felicidad y de cómo nos aferramos a las cosas, sobretodo cómo nos aferramos a una sola cosa: trabajo, familia, pareja, religión, etc. También discutíamos el que a veces, nosotras mismas, nos limitamos en el rol de mujeres, traemos el cliché mujer-esposa-madre en la médula, más como lastre que como parte del todo que somos.Y en cómo al final del día, para salvar los escollos sólo hace falta: liberarte de las cosas que te atan y retrasan, y confiar en las personas en que te rodean.