13 agosto 2012

Una fría mañana de agosto

Una fría mañana de agosto como cualquier otra salí a apropiarme de la ciudad... en bicicleta. 

Disfruto andar en bicicleta desde que aprendí a utilizarla, allá en mi tierna infancia cuando mi mamá me sostenía la parrilla trasera para mantener el equilibrio y al echar una ojeada para atrás mamá ya no estaba ahí, era yo y sólo yo quien mantenía el precario equilibrio de la situación. De mis primeros triunfos dar la vuelta sin caer, o frenar (sin caer también). Poco a poco adquirí experiencia e incluso algo de habilidad, como aquella ocasión donde por puro instinto pude brincar un tabicón a mitad de la calle (de esos que los chamacos usan para marcar sus porterías) o cuando bajando una duna de arena que recién habían recortado para adivinen... ¡hacer una portería! no me partí la maceta en pedacitos, lástima que la misma suerte no puede contar la vecinita con la siempre salía a andar en bici ya que en ambas ocasiones ellas sí salió con varios moretones (creo desde ahí a su mamá ya no le caí bien).

Andar en bici siempre ha sido cuestión de goce, nunca de deporte. Sentir el viento en la cara mientras ves el mundo pasar es de las mejores cosas en el mundo (síndrome de perro casero que le dicen) y no, no es lo mismo que andar en auto con la ventana abajo o en moto. El caso es que no había valorado a la bicicleta como medio de transporte. En una ciudad donde los embotellamientos, las marchas y en general, la caótica dinámica hacen que llegues tarde a todos lados o bien tengas que salir adelantado por horas, la bici aparece como una opción (con sus limitantes, claro). Por supuesto una cosa es pensarlo y otra hacerlo porque  me di cuenta de que no sé andar en bicicleta... en el sentido de saber como comportarme como ciclista y además acompañado del temor ¿cómo me voy a aventar a andar en bicicleta sol@? ¿y si me avientan lámina? ¿qué ruta será la mejor para llegar a tal o cual lado? 

Esos temores fueron superados en gran parte el fin de semana anterior, al salir con un grupo de ciclistas con los que recorrí cerca de 75 km de la Palma de Reforma hasta Texcoco (y de retache), tomando distribuidores viales, subiendo y bajando puentes, enfilamos por la autopista de cuota y parte de la federal. Recobré confianza con esta salida, no he perdido del todo la habilidad en la bicla (no se me ha quitado lo vago, pues) y esa confianza la ocupé hoy para irme por mi cuenta el día de hoy de mi casa a Reforma, al Paseo Ciclista. Lo he disfrutado enormemente, pero sobretodo he disfrutado la ciudad, esta, que ya siento más mía que aquella donde nací. El día nublado, el ligero frío que se sintió, y un poco de buena música fue el complemento perfecto para regresar más que satisfecha a casa. Un mundo nuevo se abre ante mis ojos y los pretextos para salir con la bicicleta se antojan diversos y harto entretenidos desde los paseos cada martes con Mujeres en Bici, ir a buscar lugares para comer con BiciGourmet, o participar en las propuestas del colectivo Insolente. ¡Mucho qué hacer y mucho que aprender! Por lo mientras tengo lectura para rato con el Manual del ciclista urbano porque todo se disfruta mejor con responsabilidad. 

Y como dice Freddie: "All I wanna do is bicycle, bicycle, bicycle!"