15 abril 2006

SIMONE

Los tiempos cambian y las mentalidades con él; sin embargo y sin importar distancias de tiempo y espacio hay una constante: siempre nos observamos, nos vigilamos y esa búsqueda propia y personal puede repetirse de manera muy semejante entre dos individuos. Ese fue mi sentir cuando leí “Memorias de una joven formal” de Simone de Beauvoir.

Simone no conoció medias tintas era blanco o era negro, un antes y un después, después de haber sido fervientemente católica se hizo atea sin miramientos ni arrepentimientos. Su actitud la llevaba a todos los planos y eso la hacia intolerante pero también determinada, tenaz y eficiente.

Era una mujer valiente que se enfrentaba con el espejo todos los días pero siempre honesta y sinceramente; cuantos de nosotros no nos mentimos todos los días?, nos cegamos? nos desatendemos?, el suyo era un acto de coraje y vigilia constante o es que acaso ninguno de nosotros tenemos miedo del monstruo que puede encontrarse en nuestro interior? yo sí.

Y sin embargo toda esa actividad que burbujeaba en su interior sabía mantenerla reservada; celosa, como muchos, de su espacio, y sabía además aceptar sus victorias por sobre los fracasos que pudiera implicar en el balance para alguien tan afecto a la disciplina; esas pequeñas victorias eran sobre todo en una de sus pasiones: la lectura, con cada libro, se regodeaba de su transformación; cada palabra y cada línea la hacían interrogarse, analizarse. El efecto final es abrumador, de “niña formal” a fundadora del feminismo.