11 febrero 2007

De la magia del fútbol...


Ok, ok, nunca he sido aficionada al fut, simplemente no encontraba el chiste de traer una pelotita de aquí para allá (bueno lo mismo ocurre con el basquet y el americano y el voleibol y el tenis y el béisbol y... bueno creo que ya entendieron el punto), y mucho menos la pasión y vehemencia del aficionado. Alguna vez un amigo dijo que era un fenómeno parecido al chupacabras, me explico, que estamos tan agobiados con el ir y venir diario que es casi liberador olvidarte de todo por casi dos horas y esperar y obtener y festejar y llorar y sacar todo eso que tal vez tengamos guardado, bien en mentadas de madre al arbitro o al equipo contrario (¡Que los vengan a ver, que los vengan a ver, ese no es un equipo son unas putas de cabaret!) o en un jubiloso ¡GOOOOL! o en la porra del equipo favorito (GOOYA! GOOYA! Vs. YO SI LE VOY LE VOY AL..) Pues bien hoy fui a mi primer partido de fut en estadio, y estando en el lugar de los hechos pude ver sus efectos terapéuticos: esperanza, decepción, alegría, coraje, expectativa; familias heterogéneas en gustos, niños impuestos con el gusto de los padres pero también hijos que se rebelan a sus preferencias; convirtiendo la fiesta del fútbol en todo un ritual, ¿liberador?, puedo decir que sí. Así que los domingos además de ir a misa, hay que ir al fútbol.



Heredando los gustos de sus padres.



El hijo desobediente.