- El huele de noche que me recuerda a mis vacaciones en casa de mis abuelos, embriagante y dulce, tal vez demasiado. Noches de verano.
- Un tabaco recién encendido, me recuerda a mi papá.
- Tortillas recién hechas, de maíz en un anafre o de trigo en un comal, junto con el olor de la leche a punto de hervir, me llevan a recordar a mi mamá, y a la pequeña que esperaba ansiosa por el desayuno. :)
- El reconfortante aroma de una fogata junto con ese humor que se impregna por completo a leña quemada, a ocote, a resina, me recuerda a mis amigas y las noches de reflexión que compartía con ellas a la luz de la hoguera y las estrellas. Cantos y guitarras. Hasta bailes, esa vez creo que pensaron que éramos brujas.
- Tras una tarde de lluvia, el olor de tierra mojada, sin duda uno de los mejores, lleno de vida, como cuando niño esperabas a que escampara para salir a brincar en los charcos, revolcarte en el pasto mojado y cortar tréboles.
- Una vieja bufanda que guarda un dulce almizcle, recuerdo de tardes de alegría y desencanto.
- El enigmático y étero aroma del incienso, el aroma de los espíritus. De mis antepasados.
Y no puede faltar mi propia esencia, cuando salgo de bañarme, cuando le pongo perfumes y afeites o al final del día, y la dulzura, acidez y frescura de un durazno maduro.
2 opinan:
Si las memorias... si la memorias viven en otro espacio -como Platón lo mencionó con las ideas- nos volvemos seres de distintos espacios, de distisntos ambientes. Pero de todos los lugares que hemos visitados uno es el que no es más afin, y ciertamente eres de Rinofilia.
Ah! Yo creo que en otra vida fui perro, puedo comer casi cualquier cosa y no me hace daño, olisqueó y soy igual de faldera. ;)
Publicar un comentario